De líderes y narcisistas
"Cállate, hombre", desesperado le dice Biden a Trump en su reciente debate. Me hace recordar al "cállate, Chávez", del Rey Juan Carlos a Hugo Chávez y me hace pensar en los momentos en que hemos deseado que ciertos líderes se callen; aunque el problema no es que se callen, el problema es que cambien su forma de pensar.
El mayor reto de la especie humana es, sin duda, el ego, y con ello los egocéntricos y narcisistas que están en posiciones de poder. Digo que es el reto más importante porque un ego desproporcionado compromete a la lucidez y afecta a la toma de decisiones. ¿Qué puede ser peor que eso?
Bajo la perspectiva de psicología evolucionaria, se podría argumentar que la formación del ego es un proceso operacional indispensable para que un individuo sobreviva y se reproduzca, pero como todas las características humanas, tiene su lado positivo y negativo. El ego también es un tema de grado.
Entre la densidad psicológica de cómo se desarrolla el ego, viene al caso hablar de la Sombra y los complejos (CG Jung).
La Sombra, bajo el fenómeno de la represión, es aquella parte del psique que guarda todo lo que al ego no le gusta o le genera ansiedad, como: envidia, sentimientos de inferioridad, impulsos violentos, sexuales, etcétera; así como las partes no exploradas o desarrolladas.
Los complejos, por su parte, pueden verse como "zonas ciegas" que promueven respuestas irracionales: influyen en las intenciones y la voluntad del individuo; afectan el desempeño consciente; producen disturbios en la memoria y bloqueos en el flujo de asociaciones; aparecen y desaparecen según sus propias leyes, como si fueran seres independientes.
Dicho en forma coloquial: a la hora de reaccionar, el complejo va por delante.
Un ego agrandado no deja ver: te hace "perfecto" y a otros defectuosos. Al lidiar con un problema o con una oportunidad, el egocéntrico desvía su atención del problema en turno, del reto sistémico, de su responsabilidad institucional, y se centra en su ego. Sesgado, el ególatra busca cómo truncar la interpretación y la resolución, para que sean consistentes con su auto-concepto.
Conectado con el egocéntrico está el Narcisista. Las sutilezas psicoanalíticas entre el egocentrista, el narcisista y el psicópata, las dejaré para otra ocasión, pero valga decir que, en cualquier caso, todos están comprometidos en su juicio.
El narcisista se mira sólo a sí mismo sin tomar en cuenta los demás o simplemente poniéndolos en un plano inferior. Tienden a desarrollar fantasías irreales de poder, dinero, éxito, belleza o amor ideal.
En la necesidad de salvaguardar su imagen, el narcisista se preocupa no sólo del aspecto exterior, sino también de no mandar mensajes de debilidad y fragilidad. Se cree fuerte, grande e infalible. Atrapado por otro mecanismo de defensa, el de la proyección, culpa a otros o a "la situación" antes que enfrentar sus propias fallas. Escandalosamente, le atribuye a otros sus propias deficiencias y sesgos: "me hacen, me obligan, no me dejan opción". El peor agresor tiene que ser aquel que se siente víctima.
Por lo mismo no soporta las críticas, se aprovecha y utiliza a otros sin pudor, exagera sus logros y minimiza sus fracasos, fantasea con el poder, la belleza y/o el amor ideal; se siente que merece un trato especial y sólo piensa en él, o en ella, y requiere atención constante.
El complemento perfecto del narcisista es un equipo de trabajo débil; que se la pasa alabándolo, aplaudiéndolo y siguiéndole el cuento para no ser linchados. Son cómplices.
En síntesis: el líder no sólo requiere habilidades para integrar equipos, clarificar prioridades, ejercer liderazgo; pareciera que una condición previa es la estabilidad y la salud emocional. No está fácil.