El encierro de Hsieh

Descanse en paz, Tony Hsieh. (Aunque quizás recuerden más a Zappos, su marca de venta online de zapatos.)

Algo no cuadra en su reciente y bizarra muerte. Algunas versiones afirman que el encierro, provocado por la pandemia, catalizó su autodestrucción. Penoso e intrigoso el caso, sobre todo porque Hsieh era una historia de éxito: hijo de inmigrantes de Taiwán, egresado de Harvard, icónico representante de la era digital y millonario por haber vendido sus negocios a Microsoft y a Amazon (en suma casi 1,500 millones de dólares).

Incluso, durante años, llegaban reporteros y estudiantes de negocios de todo el mundo a sus oficinas en Las Vegas, para aprender y documentar sus prácticas innovadoras.

¿Entonces? ¿Qué pasó? Hace apenas unas semanas, al filo de cumplir 47 años, Hsieh murió por complicaciones de quemaduras e inhalación de humo sufridas en el incendio de una casa.

Sin duda, era de personalidad excéntrica y entre sus propensiones, sus amigos reportan, aparte de su aumento en el uso de drogas y alcohol, estaba su afán por averiguar los extremos mínimos de sobrevivencia: dejaba de comer, reduciendo su peso a menos de 45 kilos; trataba de no orinar y experimentaba con privarse de oxígeno como induciendo la hipoxia. Asimismo, para aderezar el misterio, un agente de bienes raíces afirmó haber visto más de 1,000 velas en su casa (Wall Street Journal 7 Dic/2020).

¿Desconcertante? Sí. Y también paradójico, porque Hsieh había sido altamente funcional durante toda su vida. ¿Por qué su súbita descomposición?

Las razones serán terreno de la especulación, pero quizás se puedan delinear algunas pistas por dos eventos: el primero es que en agosto de este año, Hsieh se retiró de su posición como director general tras 21 años; el segundo, es que el encierro trajo consigo una ruptura de rutinas y formas de estructurar el tiempo. A todos, no sólo a Hsieh, el encierro del Covid nos ha recalcado en la cara que somos un insumo que se mueve al ritmo del ecosistema capitalista.

La estructuración del tiempo es algo serio y frecuentemente subestimado. Una leve modificación en los procesos y actividades cotidianas, y quedamos exhibidos como autómatas programados por el sistema. Atrapados en la repetición, nos desempeñamos día con día, viviendo en el "ocupismo", como en un estado de anestesia existencial.

Es que, finalmente, el encierro puede ser visto como un acelerador de tendencias y trayectorias; como una cámara rápida que trae al día de hoy, lo que lentamente se configuraba a su paso.

Este enfrentamiento también tiene una ventaja: la de traer a "valor presente", como dicen los financieros, todo lo que íbamos a enfrentar eventualmente.

Ojalá, entonces, que nosotros también aceleremos: la clarificación de lo importante sobre lo urgente; de lo valioso sobre lo caro; de lo que nos nutre, contra lo que nos debilita.

Que este gran parón nos muestre, de golpe, lo que estamos construyendo y lo que estamos destruyendo. Que nos haga renunciar, despedirnos y cerrar, a aquello que nos quite la paz y nos satura; para que entonces se abra el espacio y llegue a ocuparlo lo nuevo. Que nos ubique en nuestra realidad, y nos quite un tanto de ego a cambio de darnos un tanto de esencia personal.

Que en lugar de muerte, como el caso de Hsieh, nos traiga nueva vida, aunque tengamos que dejar morir a nuestra vieja versión de nosotros mismos. Que salgamos fortalecidos y no debilitados: como héroes o heroínas, no como víctimas; evolucionados y enfrentando problemas nuevos, no autorepetidos y enfrentando los problemas de siempre.

Cierro inspirado en Dickens: "eran los peores tiempos, eran los mejores tiempos". Lo que hagamos con ellos, acabarán por definirlos.

Feliz 2021: mucho, bueno. Vamos. Es hora de replantearnos.

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