¿Qué esta pasando con los chips?
Desde los teléfonos, lavadoras y juguetes sexuales hasta automóviles, aviones y naves espaciales: ahí están los semiconductores, microchips o simplemente chips, como se les conoce.
Y aunque llevamos décadas usándolos en lugares y momentos insospechados, de repente aparecieron en nuestro radar.
Aparecieron en el radar porque desaparecieron. Debido al Covid y a otras variables, en el 2021 se reportó una escasez mundial de chips, y esto se reflejó en el rompimiento de diferentes cadenas de valor.
Los primeros en verse afectados fueron los integrantes de la industria automotriz: cerraron temporalmente plantas, redujeron jornadas y acumularon inventario terminado sin poder venderlo.
Las ventas de microprocesadores en el 2021 rondaron los 552 mil millones de dólares, reportó T. Alsop en Statista. De acuerdo con Young Jeong y Dan Strumpf, de The Wall Street Journal, son el tercer producto más comercializado del mundo, contando importaciones y exportaciones después del petróleo, crudo y refinado, y automóviles.
Sobresimplificando: los chips regulan y hacen posible la lógica, la matemática y el control detrás de la interfaz máquina-humano. En esencia hay cuatro clasificaciones: memoria, microprocesadores, standard y SoCS (complex systems-on-a-chip).
Cuando se integran, por ejemplo en un teléfono, hay tres tipos: digitales, análogos y mixtos. Emerge también la computación cuántica que demandará, a su vez, chips cuánticos.
El caso es que los aparatos inteligentes, edificios inteligentes, robots inteligentes, contratos inteligentes y la misma inteligencia artificial (IA) lo son gracias a lo chips. La implicación es fascinante: ¿sin chips nos regresamos a ser tontos?
Si la Ley de Moore se cumple, los microchips doblarán su capacidad y reducirán su precio a la mitad, cada 12 meses, y los alcances pueden ser ilimitados. Quizá estamos en la puerta de lo que David Deutsch llama "el comienzo del infinito", en que los humanos podemos conseguir cualquier objetivo, siempre y cuando lo permitan las leyes de física (que han demostrado que nos son fijas).
Metafísica y filosóficamente, los microprocesadores pudieran ser lo equivalente a un "soplo divino", ahora provisto de los humanos hacia las máquinas. Ya hay millones de robots, algunos hechos a imagen y semejanza de nosotros, que podrán aprender y "tomar decisiones".
Para el historiador Yuval Harari, esto es escalofriante: máquinas con mayor capacidad que los humanos, pero sin emociones o compás moral. Esto trae a la memoria a novelas como "I Robot", de Assimov, y la saga de "Matrix", de los Wachoswki, en donde las máquinas inteligentes subyugan a la especie humana.
Pero, como contrapeso, aparece Elon Musk con su Neuralink Corp, que se especializa en interfaces cerebro-computadora. La idea es desarrollar chips insertables en el cerebro y solucionar discapacidades neurológicas. La visión es lograr una simbiosis total con la inteligencia artificial.
¿Cyborgs? ¿Una nueva especie? ¿El Santo Grial científico? ¿La ciencia ficción acabará por convertirse en ciencia? ¿Será posible en el futuro almacenar experiencias o, más descabellado aún, consciencias completas a un chip?
Bueno, primeramente que los automóviles, videojuegos y demás cadenas de valor -que dependen de los chips- se regulen y ya veremos.
Un paso a la vez, aunque de seguro serán pasos a hipervelocidad.