Hay que tenerle miedo al miedo.

El miedo amordaza, desinfla y roba energía. Una vida con miedo es una vida crónicamente al borde de una depresión. Nos lleva sutilmente a un estado de parálisis que eventualmente degenera en entropía.

Al hacer la lista, sobran cosas a las cuales temer: miedo a perder la vida, a perder dinero, a perder el empleo, a perder el estatus social, a perder prestigio, a perder posiciones políticas, a ser abandonado.

Si la empresa es el agregado neto de las cualidades, propensiones y defectos de sus dueños y directivos, entonces puede decirse que hay empresas valientes y las hay cobardes.

Las empresas miedosas, que carecen de auto-estima, que se alimentan del temor y se despliegan partiendo de esta posición defensiva, son más propensas a aferrarse y perder posiciones que las empresas que son capaces de aceptar pérdidas a corto plazo.

Cuando la visión está centrada en no perder, deja de mirarse al mercado y al competidor. Y una empresa que vive en el clóset, que consciente o inconscientemente se auto-repite, acaba anacrónica y debilitada.

Una empresa que no arriesga, renuncia a su mandato de vida de explorar y detectar oportunidades. Y si acaso se llega a topar con una oportunidad, no la asume y sub-invierte, hasta que se agota y deja de ser oportunidad.

Al igual que la confianza, el miedo es contagioso y crece exponencialmente. El miedo genera a su vez más miedo y nos centra en un círculo vicioso. Tienes un fracaso, te sientes incapaz, te tensas, exhibes inseguridad, la gente se contagia. Y muy pronto, acumulas otro fracaso. Y entonces recomienza otro ciclo; te sientes menos capaz, te tensas, exhibes inseguridad, la gente se contagia. El círculo vicioso llega a cada reto cargado de energía negativa y alimentándose de cada logro y, por lo mismo, hace más sencillo el fracaso que sigue. El resultado: menos confianza.

Hay un reto enorme en medir la confianza o el miedo organizacional. Este factor forma parte de las métricas suaves que cada vez asumen mayor importancia. Factores como la satisfacción del cliente, grado de compromiso organizacional, valor de marca y tasa de referencia, por ejemplo, complementan cada vez más el universo de las métricas duras.

Sólo la audacia y el atrevimiento pueden romper con el miedo y la inercia. Un solo golpe de audacia es capaz de romper toda una trayectoria de inflexibilidad. Sin audacia el sentido se pierde.

¿Qué porcentaje de tu vida está gobernada por miedo? ¿Qué decisiones tomas, o dejas de tomar, en función del miedo? O quizá peor, ¿qué decisiones tomas, sólo para darte cuenta que al pasar el tiempo haces poco o nada para implementarlas y ejecutarlas?

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Dejar de crecer, es decrecer.

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La lucidez cuesta.