La lucidez cuesta.
El mundo está lleno de soluciones para problemas que no existen y de acciones dramáticas irrelevantes. La lucidez está subestimada; no se nutre, ni se educa, ni se entrena.
El tema humano, determinante en la solución de problemas y en la explotación de oportunidades, no puede subordinarse al cargo y al abono y a modelos eficientistas de decisión cuantitativa.
Todos tenemos complejos y nuestras decisiones son rara vez racionales; más bien son condicionamientos operativos, esquemas recurrentes y dinámicas del pasado, las que determinan el marco mental y las conductas automáticas.
Vemos el complejo ajeno y negamos el propio. Más que tener un complejo el complejo nos tiene tomados a nosotros.
Un líder que no ha trabajado en su persona, es más propenso a querer tener la razón que a hacer lo razonable, a negarse a ver una realidad que perturbe su autoconcepto, a darle prioridad a aquellas cosas que lo validen sobre aquellas cosas que potencien al negocio.
La gran mayoría de las decisiones de las empresas traen una carga personal implícita. Es que finalmente el negocio es una resultante de la condición de la psique de su líder; es una cristalización de su complejidad y de su sensibilidad al entorno, y sobre todo de cómo se adapta al cambio vertiginoso.
Invierte en tu bienestar personal. Ten a alguien que te escuche, haz ejercicio, cuida tus hábitos y aléjate de los excesos y vicios.