Lúcidos en lo ajeno. Ciegos en lo propio.

Somos lúcidos en lo ajeno y ciegos en lo propio. En buena medida, nos sobre-estimamos y por eso nos atribuimos el crédito cuando hay éxito, pero culpamos a otros, o a las circunstancias, cuando hay fracaso.

En el mismo sentido, creemos que podemos juzgar a un político a la distancia, o al entrenador de un equipo de futbol, incluso creemos que le podemos recetar algunas fórmulas para que mejore el rendimiento del equipo, y podemos articular una estrategia clara de lo que haríamos si fuésemos el director general de una empresa.

Existen varias explicaciones del "sesgo de lo propio" entre las que se encuentran: la propensión a la confirmación, que inconscientemente elige ver sólo la información que refuerza la posición inicial; la disonancia cognitiva, que busca eliminar la contradicción de dos ideas opuestas; o, finalmente, los mecanismos de defensa freudianos que van desde la represión hasta la proyección.

En esencia, los humanos estamos bastante defectuosos cuando se trata de ser objetivos y la sobre-inflada racionalidad humana es una trampa. La realidad es que nuestro ego nos engaña y la presión de conformación social, nos hace conceder a ideas o prácticas de manera incuestionada o como dirían los psicólogos, introyectadas.

Infelizmente, la visión de 360 grados no es parte de la ecuación del actuar diario. Por eso los directores generales cuando llegan a una empresa le imprimen su propio sesgo: un ingeniero verá la empresa en términos de eficiencia, un mercadólogo buscará la participación de mercado, un químico se centrará en la innovación de productos.

La implicación resultante es que las personas menos calificadas son las que se sienten más seguras de que están acertadas. Por eso los dictadores incompetentes, son tan difíciles de convencer. De la misma manera, hay negocios familiares donde el líder ya no puede ni sabe cómo adaptarse a los nuevos tiempos y persiste en su posición rígida de gestión.

Considero que esta confusión también prevalece en nuestra vida personal ya que no tenemos la formación ni la disciplina de ver el sistema entero donde vivimos. Nos estrellamos con el árbol y no podemos siquiera pensar en el bosque, o en el ecosistema donde se encuentra, o en los ecosistemas donde interactúa y se auto-generan unos a otros.

En mi opinión, deberían de existir clases y entrenamiento de pensamiento lúcido, de toma de decisiones cualitativas, psicología de los sesgos y sistemas de complejidad.

Ante un mundo complejo, la capacidad de pensamiento lúcido, holístico y sistémico es un activo poderoso y, por el momento, escaso.

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Tenemos una doble vida: la que llevamos, y la que podríamos tener si fuésemos valientes.

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Lo que te hace grande, te puede hacer pequeño.