Postear en las redes sociales funciona como un collage proyectivo del subconsciente.
De niños nos miran, nos tocan, nos abrazan y nos sonríen. De adolescentes, adolecemos y, por temor al rechazo, nos modelamos para ser "normales". De adultos desaparecemos frente a un sistema que nos engulle.
¿Y ahora quién nos dará reconocimiento? ¿Cómo hacemos para obtenerlo?
Anteriormente, había que hacer una inversión personal de tiempo y esfuerzo para ser reconocidos. Hoy en día, sólo necesitamos postear algo, lo que sea, en Instagram, Tik Tok o Twitter y esperar que nos "likeen".
Es humano querer que nos vean: "Mírame, envídiame, dame un saludo y reconoce lo que estoy haciendo. Observa que viajé hasta acá, que me subí a un camello, que estuve en la torre Eiffel, que bajé esquiando y que me tiró un caballo".
Vivimos en un sistema económico de likes donde la moneda se mueve y se intercambia. Todos empezamos con un capital inicial de likes que dependen del grado de extroversión digital. Luego viene el efecto transaccional: si se dan likes, se recibirán de regreso y viceversa.
Predomina la necesidad de ser reconocidos por algún tipo de medio, y hasta pareciera que es mejor que nos golpeen emocional o físicamente, a que nos ignoren; conviene recordar que éste es un proceso del subconsciente y es difícil de reconocerlo a nivel consciente.
Una invitación de amistad, de inmediato hace que se libere algo de dopamina (relacionada a le felicidad). Como toques que producen sensaciones agradables una y otra vez. Como me dijo alguien una vez "necesito mi dosis de likes".
Conectarse digitalmente funge como evidencia de nuestro encuentro, como testigo que estuvimos allá, que hicimos aquello, que conocimos a alguien. Conectarse es prolongarse, intercambiarse, extenderse.