Ante nuestra ceguera personal, buscamos un chivo expiatorio para culparlo y sacrificarlo.

¿Dónde está un chivo expiatorio? Encuentren uno rápido, por favor. Necesitamos alguien que cargue nuestra sombra, alguien que pueda ser sacrificado para que los dioses nos sigan favoreciendo, alguien que podamos usar para purgar y limpiar nuestras culpas y defectos.

Las organizaciones necesitan de un chivo expiatorio y, metafóricamente, esta posición hasta podría ser considerada dentro del organigrama. Lo mismo ocurre en las familias, los grupos de amigos, los equipos de trabajo.

De repente se ofrece la necesidad que alguien cargue con la sombra colectiva, como si fuera un depositario de los defectos o deseos no aceptados, como si representara todo aquello que no desarrolla el grupo. El chivo, o la oveja negra, se convierte en objeto de ataque constante para eventualmente ser expulsado del grupo.

El chivo es un fenómeno de proyección de sombra. La sombra es aquella parte del psique que guarda todo lo que al ego no le gusta -como envidia, sentimientos de inferioridad, impulsos violentos, sexuales, etcétera-, así como las partes que no se desarrollan; pero la energía no se estanca, emerge en diferentes situaciones, siendo la más común de ellas la proyección.

Una proyección es aquello que te genera una emoción intensa, tanto de odio como de fascinación absoluta. Las cosas y personas objeto de la proyección en realidad son como un espejo de resonancia que muestra partes tuyas que no has integrado.

Alrededor de los fenómenos de chivo expiatorio y de oveja negra hay mucho provecho que puede sacarse, ya que son vehículos tangibles que ilustran elementos, actitudes y características del grupo mismo. Esto permite mejorar el diagnóstico situacional y de ahí planear los siguientes pasos.

Tú eres aquél. Cuando se contempla a un chivo o se critica a una oveja es como contemplarse a uno mismo y autocriticarse.

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