Fórmula de Amor.

Casi nadie lo puede creer. En diferentes investigaciones sobre satisfacción en el matrimonio aparece un dato que confunde a sociólogos y a la sociedad en general: los matrimonios arreglados -acostumbrados todavía en buena parte del hemisferio- tienden a ser más felices que los matrimonios que no son arreglados.

La razón parece apuntar a un tema de expectativas.

La gente que se casa con el amor de su vida entra necesariamente al matrimonio con una expectativa altísima porque se trata de su "media naranja": la mujer afirma que encontró a su príncipe azul, el hombre que encontró a su versátil y bella doncella; entre mayores las expectativas el desencanto parece inevitable.

Abundan las promesas rotas de amarse para siempre, los tatuajes reparados de los enamorados que se marcaron el nombre o las iniciales de su pareja, y hasta las canciones que los acompañaron en su romance acaban por perder su valor emocional.

Una explicación que dan los psicólogos es que frecuentemente la gente no se casa con la persona sino con una proyección de él o ella misma y que la persona objeto del amor suele ser aquella que mejor incorpora, emula o refleja esta proyección.

Cuando se vive el estado de enamoramiento apasionado, en inglés conocido como infatuation, el placer está en su punto más alto e impregna todo aquello que la pareja toca, mira, hace: si va a una película, estuvo fantástica; si va a un restaurante, estuvo delicioso; si va a una playa, es la mejor de todas; los anteojos con los que mira la pareja infatuada colorean y musicalizan al mundo.

Pero al tiempo, meses, años o décadas después, según el caso, el hechizo se rompe y el desencanto se encarga de que pueda verse a la persona como realmente es y viene la sorpresa de "cuánto ha cambiado" o una todavía más dura: "es que me prometió que iba a cambiar".

También hay que decir que el amor maduro no sólo es posible, sino maravilloso. Existen afortunados que permanecen y revigorizan el amor de su vida y han sabido adecuarse a las diferentes etapas y altibajos del matrimonio.

Por mi parte lo que quiero resaltar es que la fórmula de placer, satisfacción o amor  parece centrarse en la gestión de expectativas.

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