Víctima feliz.

Por más contradictorio que suene: tiene ventajas enormes ser una víctima.

Una víctima necesariamente adquiere cierto tipo de poder y una serie de ganancias secundarias.

No hablo de las víctimas de desgracias, de eventos desafortunados ni de injusticias, sino de los que se perpetúan en su posición existencial de víctima y la utilizan como perspectiva central para percibir e interactuar con el mundo.

No es lo que te pasa, sino lo que haces con lo que te pasa.

Aunque una víctima, bajo la definición que pretendo, muchas veces no necesita "que le pase algo" porque hasta se lo inventa.

A nivel personal el mejor ejemplo son los personajes de telenovelas que viven aferrados a una desgracia o a una imposibilidad. Su "problema" lo hacen central en su vida y todo gira alrededor de esto.

A nivel empresa, por ejemplo, ocurre cuando el cuerpo directivo convierte en rutina el explicar por qué no llega a los resultados y/o por qué necesita más dinero.

A nivel país, continente o región, es fácilmente distinguible el grado de autoestima nacional y orgullo patrio. América Latina no puede persistir en su posición de víctima explotada y ultrajada; esto nos tiene atados a un pasado impotente, infértil y de autodestrucción.

Perpetuarse como víctima es típicamente un mecanismo inconsciente y por lo mismo tiene tanta fuerza, porque la gente no reconoce que se ha anidado en su posición de víctima.

¿Cómo ayudar a una víctima?

No la rescates. Si la rescatas puedes terminar tú como víctima: por andar de redentor sales sacrificado. Una víctima seguirá de víctima mientras no asuma su responsabilidad y se adueñe de sus acciones.

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