No existe la realidad; solo existe la realidad percibida.

La percepción depende del sujeto, nunca del objeto.

Con mentirse a uno mismo al principio y una sola vez, es suficiente para no tener que mentirle a nadie más. "Si yo me la creo" entonces no le miento a nadie más.

El dicho de que "se cree sus propias mentiras" está basado en una fascinante realidad del funcionamiento del psique.

Me permito un tanto de cinismo para ilustrar algunos puntos:

Resulta que Hitler no era tan malo o quizás para muchos, sobre todo alemanes, estaba justificado. Él sólo quería la revancha. Es que los alemanes fueron humillados en la primera guerra mundial; fue injusto el trato que les dieron, casi todo el mundo se alió contra ellos.

El punto es que la realidad no existe. Sólo existe la realidad percibida; la realidad subjetiva.

La realidad cambia tan fácil como se cambia la perspectiva. Es como ver a la ciudad desde el automóvil en medio de un embotellamiento, contra verla desde lo alto de un helicóptero, contra verla desde lo alto de un avión o verla desde la luna montados en una nave espacial.

La mente tiene la capacidad del auto-engaño. Podemos distorsionar la realidad, creernos nuestras mentiras, y tenemos la capacidad de ver, sentir, apreciar, algo que simplemente no existe.

El tema de interés no llega hasta ahí. El tema verdadero es entonces cómo reacciona la persona y cómo decide con esa información distorsionada. Es decir, cómo se equivoca.

Podremos aceptar y vivir con personas llenas de defectos, sesgos, mañas y neurosis; o mejor dicho, podrán aceptar vivir con nosotros que estamos llenamos de defectos, sesgos, mañas y neurosis.

Pero, ¿qué pasa cuando se trata de líderes que gestionan empresas, que manejan recursos y cuyas decisiones cotidianas influyen en la vida de empleados, proveedores, clientes y accionistas? ¿Qué pasa cuando se trata de presidentes de naciones?

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