¡Basta!
¿Vendrá una avalancha de personas tomando decisiones para replantear su vida? La pandemia trajo a valor presente el futuro que estábamos construyendo. Nos enfrentó a nosotros mismos y nos mostró la película completa. Le puso atención particularmente a relaciones débiles, negocios complicados, hábitos autodestructivos, insatisfacción laboral.
Según una investigación reciente, se afirma que: el 46% de los entrevistados quiere cambiarse de ciudad y el 41% desea renunciar a su trabajo. El estudio, realizado por Microsoft en 31 países, además reveló que el 54% se siento rebasado en sus labores y casi el 40% dijo estar exhausto.
¿Hasta cuándo nos vamos a cansar de no ser nosotros mismos? ¿De tolerarlo todo en aras de pertenecer, de aceptar a lo que no nos suma, de aguantar una forma de vida que no diseñamos ni disfrutamos?
Curioso que si quieres recibir felicitaciones en Twitter o Facebook anuncia a tu círculo que, de una vez por todas, has decidido renunciar a tu trabajo. Llueven las felicitaciones, YES, bravo, qué bien. ¿Y ahora qué vas a hacer? le preguntan al valiente: "No lo sé aún", contesta.
Después de décadas del soldado corporativo, de la cultura de premiar a los empleados de toda la vida, de rutinas frecuentemente estériles asociadas al mito de Sísifo, en su eterna faena de empujar una piedra gigante a la cima de una colina, para que siempre acabe por rodar hacia abajo y volver a empezar; el espíritu de los tiempos huele a rebeldía.
Gallup, en su encuesta anual de satisfacción laboral, lleva años confirmando el disengagement (no involucramiento) del personal. Solamente entre el 10 y el 15% se siente involucrado con su trabajo; el restante 24% está activamente no involucrado o simplemente apático (63%). Esto es escandaloso.
Los millenials exacerban esta posición y rotan de trabajos como nunca se había visto antes. Se les acusa de que "no aguantan nada" cuando quizás, los que les precedemos, deberíamos preguntarnos: ¿cómo es que nosotros hemos aguantado tanto?
Es cierto que el modelo capitalista ha traído beneficios inmensos y avances en bienestar material. La aceleración de la riqueza es un testimonio de un modelo que hasta los países "menos occidentales", como China e India, los han adoptado como plataformas de crecimiento.
También es cierto que todo tiene su lado oscuro y que cada vez que se gana algo, se pierde algo. Debatiblemente, lo que se ha perdido en el capitalismo es el individuo. El colectivo aplasta al individuo en aras de la institución. Es decir, el individuo obtiene un beneficio económico a cambio de su obediencia y conformación hacia la cultura, pero sacrifica lo interno: el sentido de pertenencia, de reto, logro y orgullo; la exuberante e indescriptible sensación de estar involucrado creativamente en algo.
Las estructuras organizacionales actuales tienen otros inconvenientes: se definen por silos funcionales y/o geográficos, con objetivos particulares y, frecuentemente, mutuamente excluyentes (por ej. costo vs. variedad, eficiencia logística vs. servicio), que complican la ejecución hacia el mercado; son altamente jerárquicas donde se empoderan, muchas veces, a jefes ignorantes, acomplejados y abusivos, pero que saben navegar la política corporativa; horarios inflexibles y vacaciones cortas y, lo más tedioso, juntas largas, frecuentes e inútiles que parecen campos de batalla de egos, sólo por mencionar algunas.
¿Hacia dónde entonces va la estructura organizacional? Algunos visos: organizaciones cliente-céntricas más que producto-céntricas, basadas en información más que en poder; modelos híbridos casa-oficina, horarios flexibles; diseños circulares por proyectos o procesos, más que jerárquicos; mayor uso de narrativas, sociología y psicología; mayor comunicación y usos digitales de interacción.
Y tú, ¿Qué aprendiste durante la pandemia? ¿Qué decisiones estás por tomar?
Ánimo.