Sordos
Yo soy sordo, tú eres sordo, él es sordo, nosotros somos sordos, ellos son sordos... y pareciera que el Gobierno es sordo.
Somos sordos cuando menos con la gente que convivimos cotidianamente. Por la intimidad, tendemos a no ser escuchados, al tiempo que nosotros también ignoramos. Esto aplica en relaciones románticas y familiares, así como en las empresas y Gobiernos.
Escuchar al cercano, enfrenta una triple dificultad: la negación, la proyección y el sesgo de comunicación cercana.
La negación ocurre cuando lo reprimido "brota" a nivel de la conciencia a través de un señalamiento, o de un evento, y la persona lo niega, como diciendo: "Esto no es mío, ¿cómo crees que soy capaz de esto?".
La proyección consiste en que el material reprimido se observa fuera de uno mismo y se le atribuye a otras entidades; siendo que las cosas y personas objeto de la proyección funcionan como un espejo que nos muestra partes que no hemos integrado.
Estos dos mecanismos se enmarañan con el sesgo de comunicación cercana (la tendencia a no escuchar a el/la/los de siempre) nutriendo así un terco mecanismo de defensa que pretende protegerse contra todo aquello que genera ansiedad, culpa, y/o contradice al autoconcepto.
En la intimidad se descuenta la opinión del cercano. Se deja de escuchar al otro al grado de que por asumir que ya se sabe todo de la persona que tenemos al lado, simplemente la dejamos de conocer y nos dejan de conocer. Al pasar el tiempo, las parejas, los colegas y los equipos de trabajo se alejan gradualmente de la intimidad, justamente por el hecho de que en algún momento la gozaron.
Por eso los hijos no escuchan a sus padres y tiende a suceder igual entre parejas, entre directivos y entre el Gabinete de Gobierno y su Presidente.
Esta conjugación lleva entonces a que se escuche con más atención y frescura al extraño y al remoto que al cercano y al íntimo. Por eso también hay consultores, coaches, psicólogos, psiquiatras, y cuando, por ejemplo, una empresa le quiera dar un vuelco completo a su organización, se busca a alguien que venga de fuera y hasta que no tenga ni experiencia en el giro.
Las parejas, a su vez, buscan a un consejero para arreglar sus problemas, y al cual se le da el empoderamiento debido a que hay distancia. De manera individual, las personas buscan al terapeuta y en ocasiones simplemente repite lo que la pareja le reclama indignada: "Eso te lo vengo diciendo desde hace meses, años".
Hablando del Gobierno, viene al caso mencionar a AMLO, cuya aprobación sigue en caída libre (del 78% de aprobación bajó a un 59% en un año). Una de las críticas más repetitivas que se le hace es el hecho de que no sabe escuchar.
¿Será que lo que le hace falta es que lo convenzan a traer gente de afuera de su círculo para que les preste atención, considere sus puntos e incluso haga un viraje hacia el crecimiento de México que tanta falta hace?
Basado en el sesgo de comunicación cercana, el recién creado Gabinete para el Crecimiento Económico, aunque bien intencionado, al estar conformado por los mismos y encabezado por el mismo Alfonso Romo (cercanos a AMLO), pierde la fuerza de la comunicación lejana y por ende no podrá influir en las perspectivas ni las ideas del Presidente. Su pensamiento parece estar anclado y se le percibe como opuesto a los requerimientos y procesos necesarios para detonar crecimiento económico.
El mecanismo de defensa de no escuchar al cercano puede llevar a alguien a la polarización y entonces ocurrirán tragedias como: Presidentes que mandan a la guerra a sus jóvenes, Mandatarios que ordenan genocidios, niños que se quedan sin educación o directivos que terminan por aniquilar a su empresa.
No escuchar es no conocer, no conocerse, no aprender y afectar al prójimo. No escuchar también es el comienzo a la autodestrucción.
Escuchar nos hará libres.