Fuga por Entretenimiento.

¿Problemas? ¿Un día pesado? ¿Confundido? ¿Indeciso?

Fácil. Saca las cervezas, ponte frente a cualquier pantalla; tu celular o la televisión y mira, bebe; si quieres, come. Al ingerir por la boca y por los ojos te conectas a otra dimensión, a la de fuga por entretenimiento.

Todos tenemos creadores de contenido favoritos, y típicamente son los que nos proveen de experiencias intensas porque tienen la habilidad de hacernos creíble lo que estamos viendo; de vivir lo que miramos.

Y naturalmente que también está el exceso: ¿Todavía no te relajas? Más. Mira. Bebe. Come. Lo puedes hacer hasta que te quedes dormido; que te arrulle TikTok y que la historia ajena te aleje de la tuya. A base de "videazos", entre imágenes y alcohol, tu problema seguramente se desvanecerá aunque sea por un tiempo; se pospondrá nuevamente y sentirás que "la libraste" otro día más.

Cada minuto de video es como una dosis de anestesia emocional. El problema es que con cada sesión de anestesia y con cada evasión, la angustia y la ansiedad se hacen más fuertes, más necias, más recurrentes.

Nada como prender las pantallas para apagar el cerebro; se enciende uno y se apaga el otro.

El tiempo que estamos ahí enchufados a la pantalla es como aferrarse y prevenirse de algo; en lugar de experimentar, miramos; en lugar de aprender, dejamos que nos enseñen; en lugar de explorar conclusiones, nos las proveen; en lugar de hacer introspección, analizamos las vidas de otros.

El hábito contemporáneo de consumir video ha llevado a Giovanni Sartori a llamarnos homo videns; ya no somos homo sapiens, ahora somos videns, virtuales, voyeuristas, espías.

Es que al mirar otras narrativas, consciente o inconscientemente, resolvemos y hacemos corridas personales; cambiamos los supuestos, como un análisis de sensibilidad, como si fueran proyecciones financieras de Valor Presente Neto, como si se tratara de un Excel en el que modificas variables para ver cómo cambian los montos.

Ya dejamos atrás la tradición verbal, aquella que nos dio a La Ilíada y La Odisea de Homero; ya dejamos atrás la tradición escrita, aquella que nos trajo Gutenberg con su imprenta; ahora mismo formamos la tradición de las redes sociales, las devoramos, las insumimos, las afanamos hasta el extremo; pero no acaban de llenar.

Luchar por deshacerse de la ansiedad, la ambigüedad y la ambivalencia de nuestra vida es un ejercicio estéril. Es que estar vivo es estar incompleto, no pleno, en proceso constante; este es el ingrediente más definitorio de nuestra condición humana, viene con el paquete.

Desde el punto de vista existencial, el entender y aceptar nuestras propensiones sintomatológicas puede ayudarnos a canalizar la energía de la frustración hacia el emprendimiento de acciones expansivas y de desarrollo personal.

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"Si yo me la creo" entonces no le miento a nadie más.

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Víctima feliz.